El resultado es una pequeña joya enológica, de paladar dulce y cremoso, de ahí su nombre, que se embotella cada año y que resulta perfecta para degustar sola como aperitivo o acompañando a postres como la tarta de rubarba o de frutas roja del bosque, e incluso quesos medio curados como el neerlandés gouda o el francés reblochon.
Frutos secos tostados, pasas y notas amieladas. Recuerdos cítricos de naranja amarga y confitada. Entrada potente y untuosa. Ligera sensación salina y amarga que desaparece por el dulzor del PX. Final con notas de caramelo, avellanas y piel de naranja.